El 4 de julio de 2012 comenzaba nuestra aventura en el país andino. El motivo del viaje nace de la inquietud misionera de los colegios diocesanos y de la experiencia previa vivida en años anteriores. Deseábamos secundar también la experiencia misionera de la propia diócesis de Ávila, quien a través de varios sacerdotes abulenses ha formado parte de la Misión de la región de Castilla en la zona de Piura, al norte de Perú.
Con estos antecedentes, la acogida en Perú fue muy cálida y entrañable. La comunidad religiosa de las Siervas de San José, conocidas de D. Vicente Segovia, antiguo director del C. D. Juan XXIII, nos abrieron las puertas como quien abre su casa a un hermano. Así, pudimos conocer los distintos proyectos que desarrollan. Recordamos con especial cariño los distintos lugares visitados: el colegio parroquial de Breña-Lima, donde viven la mayor parte de las hermanas; su casa Misión Chiriaco, con su internado de más de 500 alumnas en la Amazonía; y, por último, la comunidad de hermanas de Pucará.
Con estos antecedentes, la acogida en Perú fue muy cálida y entrañable. La comunidad religiosa de las Siervas de San José, conocidas de D. Vicente Segovia, antiguo director del C. D. Juan XXIII, nos abrieron las puertas como quien abre su casa a un hermano. Así, pudimos conocer los distintos proyectos que desarrollan. Recordamos con especial cariño los distintos lugares visitados: el colegio parroquial de Breña-Lima, donde viven la mayor parte de las hermanas; su casa Misión Chiriaco, con su internado de más de 500 alumnas en la Amazonía; y, por último, la comunidad de hermanas de Pucará.
Igualmente, nos desplazamos a la antigua misión regional de Castilla en el departamento de Piura, donde nos alojamos en casa de tres sacerdotes palentinos: Domingo, Omar y David. Además en la diócesis de Carabayllo, en Lima, conocimos a un sacerdote alicantino, Pedro Martín, amigo de nuestro Obispo, D. Jesús García Burillo.
El 27 de julio volvíamos a Ávila. La experiencia había merecido la pena, sin duda alguna, la oportunidad que hemos tenido de compartir estos días con nuestros hermanos peruanos representa un regalo de Dios y una experiencia viva de la comunión eclesial. El viaje nos ha permitido conocer mejor la realidad de Perú y sus necesidades de cara a poder discernir futuros proyectos de hermanamiento y colaboración. Desde aquí el agradecimiento a todos los profesores y personal no docente de los colegios diocesanos por todo su apoyo, así como a las personas que con tanto cariño nos acogieron durante nuestra estancia allí. Ha sido mucho lo que hemos podido aprender de todos ellos, hemos compartido sueños e inquietudes y, ahora, podemos comenzar a pensar puentes de cooperación mutua y fraterna, desde el convencimiento del lema que se podía leer en uno de los colegios visitados:
"Nadie hay tan rico que no necesite de ayuda, ni tan pobre que no pueda ayudar".
Cecilio Jiménez, José Ernesto García y Álvaro Fernández
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