En 1968 las Siervas de San José fueron llamadas por la comunidad
awajún de Wachapea para iniciar un trabajo educativo con sus niños y
niñas. Instaladas en un terreno de la comunidad, construyeron un colegio
entre orquídeas y pájaros, al otro lado del río Chiriaco en la Amazonía
peruana. La comunidad awajú es la segunda comunidad indígena más grande
del Perú.
Este colegio se encuentra en la selva. Son necesarias 22 horas en
autobús para llegar allí desde la capital, vía Chiclayo y Jaén. En el
colegio hay más de 500 alumnos. 350 alumnas se matriculan cada año, 100
alumnos y otras tantas alumnas que son externas: vienen por la mañana,
estudian, comen, trabajan y se marchan a la noche. Allí las chicas
estudian Primaria y Secundaria, mientras que los chicos solo Primaria,
por falta de infraestructura y recursos. Para hacer Secundaria suelen
desplazarse río arriba a un colegio que dirigen los Jesuitas en
Yamakenza.
El 99 % de los alumnos son aguarunas (comunidad indígena), de las
zonas cercanas a Chiriaco, algunos caminan por la selva dos días antes
de llegar al colegio. De ahí la necesidad de internado. Hablan dialecto,
algunas chicas tienen dificultades para hablar español, por eso reducen
el nº de horas en inglés - hasta este año no había- para potenciar el
español y la educación es bilingüe. Las clases comienzan a las 8 y
terminan a las 5. Descansan para comer de 12 a 14,30. Por la tarde
suelen tener deporte y baño, así como limpieza de habitaciones, lavan su
ropa, se cultiva y se limpia la "chacra" (tareas de jardinería en la
selva que limita el colegio con el poblado indígena y de huerta donde
plantan papas, etc.), y otros talleres: corte y confección, cocina,
cuidado y cría de animales (gallinas y kuyes), etc.
En cuanto a comida, ésta se prepara por turnos semanales sin
excepción de género. Cocinan en un fogón que consume toneladas de leña.
Mensualmente matan una vaca para proveerse de carne y para aumentar las
proteínas han comenzado a criar pavos, gallinas y kuyes. En el colegio
cogen peso, pues proceden de realidades duras: en sus casas pasan
hambre.
Los valores que se observan en la Misión Chiriaco son numerosos:
austeridad, creatividad, aprovechamiento de todos los recursos de
alrededor (sacos para fregar, barro para los pucheros, madera, sacos de
plástico para los patrones en los talleres, etc.), enseñar a "hacer
hacer" (son las propias alumnas las que llevan adelante todas las
tareas: limpieza, cocina, etc.) solo acompañadas por una o dos
profesoras; autonomía, espíritu festivo, vitalidad, compartir, danza,
deporte como vida, fe y (mucha) alegría y sonrisas... Se trata de una
cultura muy organizada, cada una sabe sus tareas y las lleva a cabo.
El colegio se mantiene gracias a las donaciones de particulares,
parroquias españolas, la comunidad de Siervas de San José, apoyos de Fe y
Alegría, etc.
Propuestas:
1) Colaboración económica para mantener el comedor y, en
la medida de lo posible, poder diversificar los ingredientes y
enriquecer la dieta.
2) Venta de productos hechos a mano por las alumnas (semillas de wairuro; o bolsos de palmera chambira).
3) Apoyo escolar y tiempo libre con el voluntariado de los colegios durante el mes de julio.
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